Christian y su hermano menor Luis vivían
solos en una casita de adobe a las afueras de la ciudad. Christian, de 22 años,
trabajaba de alfarero y era casi como un padre para Luis; este, por su parte,
estaba a punto de comenzar la secundaria.
La
emoción de Luis era evidente: cuando fueron a comprar los útiles al mercado del
centro estuvo brinque y brinque, corre y corre, pidiendo que si una mochila
morada ¡no! Mejor una azul. También quería cuadernos decorados ¡zaz! Tropezó
con una muchacha alta de cabello rojo, vestida de negro y que se mantuvo seria
pese al golpe.
—Perdone señora…
—Señorita –aclaró
alzando una ceja. En eso llegó Christian corriendo.
—Disculpe usted
señora, es mi hermano y ha salido disparado…
—¡Señorita
Tiffany! —les dejó en claro, a punto de gritarles— Váyanse de aquí si no van a
comprar nada —. Los miró de arriba abajo.
La chica debía estar por ir a su descanso
para comer porque otra, igual de sombría pero bajita, tomaba su lugar. Fue
entonces que Christian leyó el letrero del puesto: Magia y hechicería de las hermanas Jiji. Tragó saliva. “Vayámonos”,
pensó, halando a Luis del brazo.
Volvieron a casa hasta el anochecer, cargando
un montón de útiles y chucherías. Los hermanos decidieron hacer una especia de
picnic en su patio, a la luz de las estrellas. Acabando de cenar
"¡Ah!" con un bostezo Christian indicó que moría del sueño. Luis
quería seguir contemplando el cielo y prometió que no se dormiría tarde.
A la mañana siguiente a Christian lo despertaron
unos lengüetazos en el rostro. Se incorporó rápido, alarmado, solo para
descubrir un animal muy raro (como una oveja fusionada con jirafa) llenándole
la cara de babas. ¡Eugh! Él solo había visto una de estas “alpacas” en toda su
vida, y eso porque los vecinos eran gente extraña y tenían una por mascota.
Emocionado por tan curioso encuentro, buscó a Luis por toda la casa… pero no
estaba en ningún lado.
Miró
al animal. El animal le miró de vuelta, con sus enormes ojos de hermosas
pestañas, idénticos a los de Luis ¿acaso será que…?
—¡Luis! ¡Te has
convertido en una alpaca! —exclamó Christian.
—Meeeh —respondió
la alpaca. ¡Pero qué tragedia!
—Luis, hermanito
¿entiendes lo que digo?
—¡Meeeh! —se
apresuró a decir Luis-alpaca.
—¿Quién te haría
algo como esto?
—¡Meeeh meeeh!
¡Meeeeeeeeh! —contestó con toda seguridad la alpaca.
Este
era un problema serio: si Luis se quedaba así ya no tendría una vida normal ni
podría ir a la secundaria ¡Y el tan emocionado que estaba por eso! Luis-alpaca
miró a Christian con tristeza y lanzo un largo “meeeeh” con el que indicaba que
no, él no quería quedarse así.
Fueron al mercado a ver a las brujas Jiji. Si ellas no
habían sido las responsables, seguro sabrían qué hacer.
—Buenos días joven, ¿en qué puedo
servirle? —saludó una brujita muy guapa.
—¡Devuelve a mi hermano a la
normalidad! —fueron las palabras exaltadas de Christian.
—¿Disculpa…?
—¡Meeeeh meeeeeeeh! —Como si se
tratara de un poderoso grito de guerra, al pronunciar esas “palabras”
Luis-alpaca tomó en su hocico un frasco del mostrador y salió disparado como
rayo, con Christian siguiéndole el paso.
—¡Vuelvan
acá, ladrones! —reclamaba Sandra Jiji. Enseguida salieron tras ella Tiffany y
Teresa, sus hermanas chaparrita y pelirroja, respectivamente. —¡Vuelve! ¡Ladrón!
A las puertas del mercado todos tropezaron
con alguien y cayeron uno tras otro como fichas de dominó.
—¡Hola
Christian! —dijo desde el piso, y muy sonriente, Luis-humano. —Me ha ido de
maravilla, la secundaria es fenomenal. Me hice amigo de un niño que se llama
Sergio y… —Luis se calló al notar la extraña situación en que estaba. Luego
preguntó “¿Qué hace aquí Benito?” mientras le sobaba la cabeza a la alpaca.
Christian se quedó de piedra: ¡Con que esa era la mascota de los vecinos!
Mientras, Sandra, Tiffany y Teresa se retiraron discretamente, murmurando cosas
como “descubrió que nuestras pociones son falsas” y “¡shh! ¡claro que no!
camina, tu camina”.
—¡Oh!
Perdón Christian, hice que derramaras tu jugo… —se disculpó recogiendo el
frasco que Benito había dejado caer.
Christian
no sabía qué decir y se estuvo callado buen rato, escuchando que si Sergio
esto, que si la maestra de matemáticas aquello. Luis se había ido a la escuela
y la alpaca había entrado a casa de noche, por la puerta del patio. ¡Qué
evidente resultaba todo ahora! Se quedó escuchando a su hermano, camino a casa
y a devolver a la alpaca a sus dueños.
Fin
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