jueves, 31 de octubre de 2013
Cuento 1 "Que suerte"
Iván Alfredo Cerda Ramírez.
Había una vez una jovencita de 10 años de edad llamada Eliza, cursaba el quinto grado de primaria en la escuela primaria “A ver si aprende”, ella tenía una vida normal como cualquier otro niño…Hasta que un día común corriente para cualquier otra persona a ella le cambio la manera de pensar y ver las cosa. Una mañana Eliza se levantó plácidamente de su cama, estirándose y pegando un gran bostezo al aire, con el cabello enmarañado y los ojos aun cerrados se dirigió a el baño con su toalla en la mano, abriendo la llave del agua caliente se dispuso a tomar la ducha, enjabonándose la cara, los pies y las manos, con champú en el pelo, estaba por enjuagarse, cuando de pronto el agua dejo de salir, esperando pacientemente por unos minutos, sin poder abrir los ojos se desesperó y grito: “ Mamá no sale agua” y así grito varias veces sin éxito alguno. Comenzó a caminar por el baño con los ojos cerrados tumbando y desordenando todo, sin querer perder más tiempo abrió los ojos para llegar hasta donde su madre y así pudiera arreglar el problema del agua, y como era de suponerse, el ardor en sus ojos no se hizo esperar, -“Mamá no sale agua”- sacudiéndola le exclamo a su madre, y ella con la cara dormida aun le contesto –“ya voy Eliza, ya voy”.
Solucionado el problema, y Eliza aseada decidió tomar el desayuno antes de ir a la escuela. Fue por su plato favorito, con flores y estrellas dibujadas, saco la leche y fue por su cereal azucarado, pero cuando quiso servirse solo salieron unas cuantas hojuelas, sin más remedio tuvo que servirse ese otro cereal de viejitos con extra fibra; estaba por acabar su plato cuando por mera coincidencia vio el reloj de la cocina y muy asustada dijo –“¿las siete con cincuenta?”- y con apuro le dio un gran sorbo a su plato, tan rápido que empezó a ahogarse con el cereal, y su madre desesperada, le pego fuertemente en la espalda para intentar ayudarla, tanto fue el alboroto que ni saber cómo ni cuándo, Eliza tiro un manotazo alcanzando su plato favorito y tirándolo al suelo, partiéndolo en miles de trozos.
Pero sin tiempo de lamentarse, Eliza y su madre corrieron rápidamente al automóvil y a la escuela se dirigieron. Su madre manejo tan rápido como pudo y al llegar a la escuela ya eran las ocho y trece, así que sin tardanza Eliza se despidió y bajo del auto, pero al cerrar la puerta y sin darse cuenta su pantalón se quedó atorado, dando un paso tan de prisa que un gran agujero quedo en la parte trasera de su pantalón, dando a relucir sus calzoncillos de bolitas, sin nada que hacer a su salón se tuvo que ir.
-“Maestra me da permiso de pasar”- dijo timada desde la puerta del salón. –“Que horas de llegar son estas”- la maestra exclamo, con la miraba baja ella paso, -“antes que te sientes, quiero que leas lo que hay en el pizarrón”- la maestra exigió, Eliza se miró al pizarrón dejando ver sus calzoncillos a todo el salón, entre risas y carcajadas Eliza se sonrojo, y con mucho apuro a su silla se retiró, una banca vieja y sin apoyo, la peor de la institución, era para aquellos que llegaban de último, junto al bote de basura, estar en ese banco era muy incómodo y por si fuera poco recibías una gran dotación de basura volando desde todo el salón. Así pues Eliza paso su mañana hasta la hora del receso, y cuando miro a su mochila para sacar su almuerzo recordó que no tuvo tiempo para hacerlo, y buscando su dinero solo sintió un oyó en las bolsas sus pantalones, triste y hambrienta se puso a llorar bajo un árbol lejos de todos, metida en su tristeza ni cuenta se dio que Julián, el niño más apuesto del salón se le acerco y dijo con la voz más dulce –“¿Estas bien?”- y con voz frágil contesto “-No, hoy todo me sale mal”- Rompiendo en un llanto abrumador, -“No te preocupes, todo mejora, solo tienes un mal día”- él le contesto y un pedazo de su sándwich le ofreció.
Desde ese día Eliza y Julián, son los mejores amigos de todo el salón.
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