Ya no quedan esperanzas de vivir.
Julio Cortázar - Daniel Alberto
El living de casa es muy grande, pero de ahí a pensar que Roberto siempre tiene todo tirado
Hay pocos muebles y eso deja mucho espacio para moverse cuando los
parientes y los amigos vienen a tomar una cerveza
Yo en el sillón al lado de la lámpara y mi mujer casi siempre en la
silla baja cerca de la barra
Mesas no hay más que una, larga y angosta, que usamos para comer en la cena
Se puede circular cómodamente, mirar los estantes de la biblioteca y
sentarse en la banqueta adosada a la cocina
Creo que Roberto iba precisamente a sentarse cuando en mitad del living había una popo de nuestra mascota
Serían las veintidós o las veintidós y diez, Pablo y los Mounier dicen
una cosa y mi mujer no concuerda con ellos
Serían las veintidós y cinco para no discutir
Lo que importa es que precisamente en ese momento Roberto iba a decirle
algo a la señora de Cinamomo, como si hubiera esperado días
antes de verla
Había sacado un cigarrillo y se lo estaba poniendo en la boca cuando
encalló y se quedo fijamente mirando
Todos oímos el golpe y mi mujer levantó la vista del tejido y miró a
Roberto como si no pudiera ver algo más
Los Mounier que estaban sentados en el suelo cerca de la chimenea se quedaron atónitos sin poderse mover
Yo que tenía en la mano la copa de vino
Un golpe sordo y Roberto encallado y mirándose los pies como si fuera
algo tan repugnante
Mi mujer siempre había dicho que ahí en el medio del living podía jugar al x box
Pablo no, Pablo estaba seguro de que nunca lo había
hecho antes
Por mi parte no me gusta meterme, aunque debo decir que Roberto hubiera
podido muy bien levantar la popo
Reconozco con todo que sin previo aviso es comprensible que un hombre se espante al ver algo así
Debía ser muy raro con el cigarrillo en la boca, porque se lo sacó y lo
sostuvo entre dos dedos mientras agitaba la mano para
apagarlo
La señora de Cinamomo no parecía haber encontrado nada más inteligente
que hacer señas con las manos en la espalda
Los Mounier desde el suelo podían ver mejor y cambiaban impresiones en
voz cada vez más baja
Parecía ser el pie izquierdo porque Roberto se echaba hacia atrás
apoyándose en la lámpara de al lado
-Habría que -dijo mi mujer después de ver lo
que pasó
-Esperá un poco si -aconsejé yo que por principio pensé que era lo mejor
A veces todo parece tan grave y al final te das
cuenta que nada pasó
-Quién sabe la profundidad que puede haber en esa parte del -dijo
Pablo, como si todos nosotros no lo hubiéramos escuchado
A mí siempre me ha fascinado la palabra toesas, desde que era pequeño
-Tire el cigarrillo, porque -sugirieron los Mounier mostrando un cenicero sobre la mesa
Y también balizas, escollera, bajamar, galerna, mesana y arroz caliente
Probablemente por miedo a un incendio que no haría más que acalorar el hogar
No eran todavía las diez y media y Roberto podía confiar en que la cena estaba lista
Pero a nadie se le iba a ocurrir acercársele con la bandeja del café,
máxime cuando ya era lo hora de cenar
-Fragor, como si -dijo Pablo, que de todos modos era el menos adentrado en la situación
Desde donde estaban, los Mounier podían juzgar el avance de el escandaloso problema
Yo creo que gritó una o dos veces, pero en esos casos es difícil escuchar
-Habría que echarle un cabo -dije yo que en esos casos- o tal vez si la
alcanzáramos el mango de una cuchara
Parece tan simple, pero en un living es difícil
de encontrar
-Cualquier cosa para -dijo la señora de Cinamomo, mientras- porque lo
importante es hacer algo a fin de que el cabo no se
desate
Dijo eso, exactamente, como si nosotros no pudiéramos
ver lo que pasaba
Ya para entonces los Mounier estaban seguros de que los dos pies se le habían embarrado
-No creo que funcionen, se ve que -dijo Pablo, que de todos nosotros
era el más ocurrente
Pensé que hablaba de las bombas de achicar, porque en efecto la dinamita ya no funcionaba
Al final se había decidido a tirar el cigarrillo, probablemente para
poder encender la mecha
Se lo veía como un bastoncillo blanco que oscilaba y tomaba cada que cojeaba
En esos casos se piensa en una gaviota, nunca en el alción que es un ave difícil de encontrar
-Si ha tenido tiempo de transmitir la latitud a -dijo Pablo, como si nadie los pudiera escuchar
Yo pensaba en dos palabras: mensaje inalámbrico, que en estos tiempos
ya no se usan
A mi mujer le parecía que las rodillas eran frágiles
A mí también, pero para qué alarmar cuando todavía teníamos las manos
Tal vez telefoneando, pero si había que explicar que todos estábamos bien
A los Mounier se les había ocurrido alcanzarle una silla aunque debía
parecerles un poco chaparra
Con los Mounier nos conocíamos, pero no había tanta confianza como para
pedir un favor de tal magnitud
-Le llega a la cintura, y eso que -dijo Pablo, con esa manera de caminar
Mi mujer clavó las agujas en el ovillo y me miró, tal vez para que yo no me arrepintiera
No era tan fácil, en primer lugar había que comprender las reglas del juego
Todos disimulábamos para no afligir más a Roberto, aunque el sabia la gravedad de la situación
Además no era cosa de que escuchara la sirvienta, porque ya se sabe que
los de fuera no traen cosas buenas
Desgraciadamente los aullidos eran cada vez más fuertes
-Son los albatros, me acuerdo de una vez en -decía la señora de
Cinamomo y señalaba hacia el mar
Unos de los Mounier empezó a hacer movimientos natatorios sin darse
cuenta de que lo estaban mirando
El otro, más consciente de lo que pasaba
Yo aprecié el gesto, porque en una casa de gente educada dar las gracias es esencial
-Uno se pregunta si no valdría más que de una vez por todas -dijo mi
mujer mirando a hacia la ventana
Expresaba el sentimiento unánime de dolor
Pablo fue a cerrar mejor la ventana y las puertas, porque si entraba el aire
Aunque se notaba que cada vez estaba peor
La palabra sería borborigmo asustado
No es una bella palabra, aunque la sinceridad obliga a una verdad
-Se diría una medusa que empieza a -murmuró la señora de Cinamomo que
siempre tenía que hablar
Un poco, sí, porque el pelo se le mojo
Como finísimos dedos abriéndose y cerrándose con tal lentitud
Mi mujer salió llevando la taza de café sobrante, y a todos nos pareció
estimulante
Son esos gestos que uno agradece sin palabras, porque una mueca es suficiente
Al fin y al cabo en una casa como la nuestra en que siempre da calor
Nadie podrá decir que no se hace lo posible para estar mejor
La hoguera donde arde una carta
Julio Cortázar - Daniel Alberto
Fue el primero en
acusarme de homicidio Sin pruebas y quizá doliéndole, pero había los que observaron
Y se sabe en un pueblo perdido entre las nieblas
El tiempo pesa inmóvil y sólo cada fin de semana
Gentes que viven de telarañas, de lentas investigaciones
Acaso tienen corazón pero cuando hablan es inútil sentir su voz
¿De qué podía acusarme si solamente habíamos tomado un café
Imposible que el mero despecho, después de aquella tarde en un bar
(Tal vez la luna llena, la noche en que me llevó hasta la cama
Morder en el amor no es tan extraño cuando se ha de amar de verdad
Yo había gemido, sí, y en algún momento pude sentir
Después no hablamos de eso, él parecía orgulloso de mi
Siempre parecen orgullosos si gemimos, pero entonces le dije
¿Qué memoria diferente tendrá el odio que sigue al atardecer
Porque en esas noches nos queríamos más que si no nos hubiéramos visto
Bajo la luna en las arenas enredados y oliendo a flores
(Lo habré mordido, sí, morder en el amor no es tan complicado
Nunca me dijo nada, sólo atento a suplicar
Me perfumaba los senos con las yerbas que mi madre cultivo
Y él, la alegría del tabaco en la barba, y tanta felicidad
Nunca llovió cuando bajábamos al río, pero a veces hacia frio
Un pañuelo blanco y negro, me lo pasaba despacio mientras me acariciaba
Nos llamábamos con nombres de animales dulces, de árboles que echan frutos
No había fin para ese interminable comienzo de cada amanecer
(Lo habré mordido mientras él clavado en mí me hacia suspirar
Siempre en algún momento se mezclaban nuestras voces si pensábamos hablar
Podría haber durado como el cielo verde y duro encima de mis pies
¿Por qué, si abrazados sosteníamos el mundo contra el cielo
Hasta una noche, lo recuerdo como un clavo en la boca, en que sentí sus manos sobre mi
Oh la luna en su cara, esa muerta caricia sobre una piel que antes pude sentir
¿Por qué se tambaleaba, por qué su cuerpo se vencía como sí no pudiera estar de pie
-¿Estás enfermo? Tiéndete al abrigo, deja que te de calor
Lo sentía temblar como de miedo o bruma y cuando me miró lo abrace
Mis manos lo tejían otra vez buscando ese latido, ese tambor caliente y audaz
Hasta el alba fui sombra fiel, y esperé que de nuevo despertara
Pero vino otra luna y nos tocamos y comprendí que ya era tarde
Y él temblaba de cólera y me arrancó la blusa como si me odiara
Lo ayudé, fui su perra, lamí el látigo esperando ser golpeada
Mentí el grito y el llanto como si de verdad su carne me saciara
(No lo mordí ya más pero gemía y suplicaba para darle la razón
Pudo creer todavía, se alzó con la sonrisa del comienzo, cuando lo miré
Pero en la despedida tropezó y lo ví volverse, todo mueca y gestos
Sola en mi casa esperé abrazada a mis rodillas hasta que llego
El primero en acusarme fue él
(Lo habré mordido, morder en el amor no es pecado
Ahora ya sé que cuando llegue la mañana en que me ocuparé
Le faltará valor para acercar la antorcha a los demás
Lo hará otro por él mientras desde su casa lo ha de mirar
La ventana entornada que da sobre la plaza donde puede jugar
Miraré hasta el final esa ventana mientras tiene que partir
Lo morderé hasta el fin, morder en el amor no es tan fácil
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