jueves, 31 de octubre de 2013

Cuento 2

La historia detrás del circo

Mary Cruz Madrid Vázquez
Había una vez una niña muy traviesa llamada Alejandra, que tenía un chango de mascota, y vivía con su madre y su abuelo en un pequeño pueblo cerca de la selva.
Alejandra quería mucho a su chango Pedrito, pues había sido un regalo especial de su abuelo, los dos amaban a los animales de la selva que llegaban al pueblo, los alimentaban y curaban si estaban heridos, actitudes que no eran compartidas con Sofía la mamá de la niña y de quien algunas veces recibían regaños.
 La niña se divertía mucho jugando con Pedrito,  brincando, trepando árboles bajos y conviviendo con algunos otros niños del poblado; un día todos los niños se quedaron asombrados al ver llegar por el camino principal a una caravana muy llamativa, llena de personas con atuendos coloridos, llenos de brillos y rostros maquillados, con zancos, música alegre, además de unos cuantos animales , entre ellos un león grande y con una melena fuera de serie, todos ellos encabezados con una gran marquesina anunciando la llegada del circo que decía:  ¡Ven a tener una experiencia inolvidable en el circo Odi!
El pueblo en general quedó entusiasmado con la venida del circo, así que esa noche se dieron cita para admirar la primera función;  Alejandra también estuvo ahí acompañada por su mamá y su abuelo, todos observaron atentamente cada acto, hasta que por fin para cerrar con broche de oro, apareció en la pista el león,  que destacaba su gran melena, pero su cuerpo y cara, en realidad hacían notar su hambre, maltrato y tal vez tristeza; su acto consistió en brincar un aro de fuego después de que el domador le diera varios latigazos; toda la gente estaba fascinada con este último evento, a diferencia del abuelo Sebastián y la pequeña Alejandra, quienes estaban inconformes con lo que habían presenciado y abucheaban al domador, pero solo ellos notaron el maltrato que sufría el animal, pues  la mamá y el resto del público no daba crédito a las opiniones de la pequeña y el abuelo.
Así que al finalizar la función  fueron y hablaron con el dueño del circo que también era el domador del felino, comentándole que era muy llamativo el acto del león, pero que debería cuidar a sus animales antes de presentarlos, el señor hizo caso omiso a los comentarios del abuelo,  diciéndole que era su circo y sus  animales, así que muy enfadados Ale y el abuelo regresaron a su casa, pensaron y pensaron por todo el camino en una solución hasta que se les ocurrió liberar al león. Pero para ello debían esperar a la noche siguiente.
Prepararon todo con cautela, y al terminar la segunda función del circo, cuando todos se fueron dormir, el abuelo Sebastián y la pequeña Alejandra abrieron la jaula del león, un poco temerosos de ser atacados, pero recibieron todo lo contrario, el león se encontraba tan cansado que solamente salió de la jaula. El abuelo y la niña contentos por lo que habían hecho se fueron a su casa a descansar pero al llegar, se dieron cuenta que el león los estaba siguiendo, intentaron alejarse de él y perderlo  pero no resultó, faltaba poco para el amanecer, así que no les quedó de otra que meterlo al patio de su casa, y cuidar que no se comiera a Pedrito, además de convencer a Sofía de que no pasaría nada.
A la mañana siguiente todos los del circo notaron la ausencia del león y el dueño del circo inmediatamente recordó los reclamos del abuelo y la niña, la noche de la primera función, así que investigó donde vivía e inmediatamente fue a visitarlo con una escopeta en la mano, llamó a la puerta, atendió el abuelo y le negó saber algo acerca del león.
El dueño del circo sabía que sin el acto del león, la función no tendría el mismo éxito, así que decidió cancelarla hasta que apareciera el animal.
Mientras que el león vivía en el patio de la casa de Alejandra, se hizo amigo de Pedrito, y el abuelo y la niña cuidaban mucho de él, lo alimentaban, curaron sus marcas del látigo, hasta jugaban un poco. La mamá de la pequeña se molestó por el desorden y suciedad que causaban Pedrito y el león en su patio y por eso fue a comunicarle al dueño del circo que el león estaba en su casa, y que debía ir por el inmediatamente antes de que escapara a la selva.
El dueño muy enfurecido tomo su látigo y siguió  a la señora,  se dio cuenta de que era la casa de Don Sebastián y aún más enojado entró hasta el patio, donde el abuelo y Alejandra jugaban con Pedrito y el león, inmediatamente intento darle un latigazo al león para que  comenzara a salir del lugar, pero el león le rugió e intento morderlo, poniéndose enfrente de él y protegiendo a la niña, al abuelo y al chango; Don Sebastián se puso de pie frente al león, le acarició la melena y lo tranquilizó, el domador, asombrado con lo que había sucedido bajo su látigo, intentó acercarse al animal como lo había hecho el abuelo, pero el león le rugía aún más fuerte; el dueño del circo cayó en cuenta de que si trataba bien al animal, éste le sería fiel y hasta protector con los suyos; entró a la casa y le pidió disculpas a Don Sebastián y a Alejandra, además les solicitó  ayuda para que el león volviera a confiar en él y poder reanudar las funciones del circo, claro que también les prometió jamás volver a maltratar a un animal.
Durante algunos días el dueño del circo visitó al león llevándole comida y mostrándole buenos tratos hasta que el animal lo siguió de regreso a casa y las funciones del circo comenzaron de nuevo.
Alejandra, su abuelo y su mamá disfrutaron de algunas funciones gratis hasta que despidieron al circo del pueblo y recordaron por siempre a aquel león.
Fin


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