La
historia detrás del circo
Mary Cruz Madrid Vázquez
Había una vez una niña muy
traviesa llamada Alejandra, que tenía un chango de mascota, y vivía con su
madre y su abuelo en un pequeño pueblo cerca de la selva.
Alejandra quería mucho a su
chango Pedrito, pues había sido un regalo especial de su abuelo, los dos amaban
a los animales de la selva que llegaban al pueblo, los alimentaban y curaban si
estaban heridos, actitudes que no eran compartidas con Sofía la mamá de la niña
y de quien algunas veces recibían regaños.
La niña se divertía mucho jugando con Pedrito,
brincando, trepando árboles bajos y
conviviendo con algunos otros niños del poblado; un día todos los niños se
quedaron asombrados al ver llegar por el camino principal a una caravana muy
llamativa, llena de personas con atuendos coloridos, llenos de brillos y
rostros maquillados, con zancos, música alegre, además de unos cuantos animales
, entre ellos un león grande y con una melena fuera de serie, todos ellos
encabezados con una gran marquesina anunciando la llegada del circo que
decía: ¡Ven a tener una experiencia
inolvidable en el circo Odi!
El pueblo en general quedó
entusiasmado con la venida del circo, así que esa noche se dieron cita para
admirar la primera función; Alejandra
también estuvo ahí acompañada por su mamá y su abuelo, todos observaron
atentamente cada acto, hasta que por fin para cerrar con broche de oro,
apareció en la pista el león, que
destacaba su gran melena, pero su cuerpo y cara, en realidad hacían notar su hambre,
maltrato y tal vez tristeza; su acto consistió en brincar un aro de fuego
después de que el domador le diera varios latigazos; toda la gente estaba fascinada
con este último evento, a diferencia del abuelo Sebastián y la pequeña
Alejandra, quienes estaban inconformes con lo que habían presenciado y
abucheaban al domador, pero solo ellos notaron el maltrato que sufría el animal,
pues la mamá y el resto del público no
daba crédito a las opiniones de la pequeña y el abuelo.
Así que al finalizar la
función fueron y hablaron con el dueño
del circo que también era el domador del felino, comentándole que era muy
llamativo el acto del león, pero que debería cuidar a sus animales antes de
presentarlos, el señor hizo caso omiso a los comentarios del abuelo, diciéndole que era su circo y sus animales, así que muy enfadados Ale y el
abuelo regresaron a su casa, pensaron y pensaron por todo el camino en una
solución hasta que se les ocurrió liberar al león. Pero para ello debían
esperar a la noche siguiente.
Prepararon todo con cautela,
y al terminar la segunda función del circo, cuando todos se fueron dormir, el
abuelo Sebastián y la pequeña Alejandra abrieron la jaula del león, un poco
temerosos de ser atacados, pero recibieron todo lo contrario, el león se
encontraba tan cansado que solamente salió de la jaula. El abuelo y la niña
contentos por lo que habían hecho se fueron a su casa a descansar pero al
llegar, se dieron cuenta que el león los estaba siguiendo, intentaron alejarse
de él y perderlo pero no resultó,
faltaba poco para el amanecer, así que no les quedó de otra que meterlo al
patio de su casa, y cuidar que no se comiera a Pedrito, además de convencer a
Sofía de que no pasaría nada.
A la mañana siguiente todos
los del circo notaron la ausencia del león y el dueño del circo inmediatamente
recordó los reclamos del abuelo y la niña, la noche de la primera función, así
que investigó donde vivía e inmediatamente fue a visitarlo con una escopeta en
la mano, llamó a la puerta, atendió el abuelo y le negó saber algo acerca del
león.
El dueño del circo sabía que
sin el acto del león, la función no tendría el mismo éxito, así que decidió
cancelarla hasta que apareciera el animal.
Mientras que el león vivía
en el patio de la casa de Alejandra, se hizo amigo de Pedrito, y el abuelo y la
niña cuidaban mucho de él, lo alimentaban, curaron sus marcas del látigo, hasta
jugaban un poco. La mamá de la pequeña se molestó por el desorden y suciedad
que causaban Pedrito y el león en su patio y por eso fue a comunicarle al dueño
del circo que el león estaba en su casa, y que debía ir por el inmediatamente
antes de que escapara a la selva.
El dueño muy enfurecido tomo
su látigo y siguió a la señora, se dio cuenta de que era la casa de Don
Sebastián y aún más enojado entró hasta el patio, donde el abuelo y Alejandra
jugaban con Pedrito y el león, inmediatamente intento darle un latigazo al león
para que comenzara a salir del lugar,
pero el león le rugió e intento morderlo, poniéndose enfrente de él y
protegiendo a la niña, al abuelo y al chango; Don Sebastián se puso de pie
frente al león, le acarició la melena y lo tranquilizó, el domador, asombrado
con lo que había sucedido bajo su látigo, intentó acercarse al animal como lo
había hecho el abuelo, pero el león le rugía aún más fuerte; el dueño del circo
cayó en cuenta de que si trataba bien al animal, éste le sería fiel y hasta
protector con los suyos; entró a la casa y le pidió disculpas a Don Sebastián y
a Alejandra, además les solicitó ayuda
para que el león volviera a confiar en él y poder reanudar las funciones del
circo, claro que también les prometió jamás volver a maltratar a un animal.
Durante algunos días el
dueño del circo visitó al león llevándole comida y mostrándole buenos tratos
hasta que el animal lo siguió de regreso a casa y las funciones del circo
comenzaron de nuevo.
Alejandra, su abuelo y su
mamá disfrutaron de algunas funciones gratis hasta que despidieron al circo del
pueblo y recordaron por siempre a aquel león.
Fin
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