ANDY, UN CARACOL ENGREÍDO.
SELENE MONSERRAT BARRAZA SILVA.
Había
una vez un caracol llamado Andy, el no era cualquier caracol, era colorido,
hermoso, pero muy antisocial. Vivía en un sembradío de algodón junto con una
gran multitud de caracoles, vivían en casas pequeñas, construidas por hojas y
ramas que encontraban en el suelo. El sembradío pertenecía al señor y señora Villagrán padres de un
agradable niño llamado Sami, quienes recogían su algodón con grandes máquinas
para el sustento de su familia.
Un día Claudio, un
caracol muy presentable, pasó frente a Andy saludándolo pero Andy no respondió a
su saludo pues creía que por ser hermoso y colorido no debía convivir con el
resto de los caracoles ya que los consideraba de una apariencia simple.
Claudio se molestó
tanto por no recibir el saludo de Andy y pensaba en jamás volver a saludarlo,
llegó a su casa y le contó a su familia la apatía de Andy y les prohibió a sus
hijos y esposa volver a dirigirle la palabra a ese caracol tan presumido.
Todos los caracoles
hablaban de la gran apatía de Andy, se sentían molestos, creían que Andy era un
caracol muy pesado y engreído, y decidieron que Andy no debía pertenecer a su población
pues no por ser hermoso tenía el derecho de comportarse de esa manera.
Un día por la mañana
todos los caracolitos se reunieron en casa de Claudio y su familia para tomar una
decisión acerca del qué hacer con ese caracol tan engreído. Todos los caracoles
gritaban que echaran a Andy de ahí, nadie lo quería mas junto a su familia, los
señores caracoles creían que con su actitud hacía sentir mal a sus hijos.
Andy pasaba frente a
aquella reunión, cantando y bailando, cuando de repente vio la gran multitud en
casa de Claudio, se detuvo un momento tratando de escuchar lo que hablaban y lo
consiguió, escucho lo mal que hablaban de él y de su forma de actuar, escuchaba
tantos reclamos de los caracoles, que se sintió muy triste.
Andy dejó ver
nuevamente ese orgullo que tanto lo identificaba y comenzó a creer que no le
importaban los comentarios de esos caracoles tan simples y feos, que él podía
vivir feliz sin depender de nadie; pero de pronto, Andy se sintió triste, se
dio cuenta que su actitud era incorrecta, se sintió solo, se dio cuenta que de
nada le servía ser hermoso y colorido si estaba solo todos hablaban mal de él, así que decidió
irse por su propia cuenta, tomó sus cosas y partió del sembradío.
Mientras tanto, en la
casa de Claudio, se llegó al acuerdo de echar a Andy del sembradío para siempre
pues ya nadie aguantaba su mala actitud así que fueron a casa de Andy pero ya
era demasiado tarde porque Andy ya se había retirado.
Al salir del sembradío
Andy se encontró con Sami, el hijo de los dueños del sembradío. Sami lo vio tan
triste así que se sentó para platicar con él. Sami le pregunto el motivo de su tristeza
y Andy le contó todo lo había ocurrido con los demás caracoles. Sami trató de
animarlo diciéndole que serían amigos para toda la vida y que no se sintiera
solo; sami lo tomó en sus manos y se lo llevó a casa.
En casa de Sami algo
malo pasaba, el señor y la señora Villagrán comentaban que ya era tiempo de
recoger el algodón. Al entrar a casa Sami y Andy escucharon la conversación de
sus padres, Andy se asustó tanto y comenzó a pedirle a Sami que convenciera a
sus padres de no recoger el algodón de la zona en que sus amigos caracoles
vivían. Sami le prometió que lo haría.
En ese momento Andy
se dio cuenta de que esa era la oportunidad de ir y hacer las pases con los
caracoles.
Mientras Sami
convencía a sus padres Andy fue lo más rápido que pudo al sembradío y les contó
a todos lo que había escuchado pero nadie le creyó y lo corrieron del
sembradío. Andy solo respondió que les demostraría que era verdad y que él los
ayudaría por medio de su amigo Sami para que dejaran sin cortar esa parte del
sembradío. Le pidió a Claudio que fuera con él para que se diera cuenta de que
lo que decía era verdad; y así fue, Claudio volvió al sembradío asustado por lo
que pasaba y les comunicó a los caracoles que Andy no mentía y que los
ayudaría.
Sami llevó a Andy con
sus padres para que este les contara el motivo por el cual no podían cortar esa
parte del sembradío y los convenció de no cortarlo.
Andy le pidió a la
familia Villagrán lo acompañaran con los demás caracoles a comunicarles que
dejarían esa parte del sembradío sin cortar para que siguieran habitando ahí.
Todos aplaudieron y
felicitaron a Andy, se disculparon con él y lo aceptaron de vuelta en el
sembradío.
Andy también se
disculpó y les prometió jamás volver a comportarse de esa manera.
FIN.
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